Juárez hoy: Los juvenicidios
Patricia Dávila
CIUDAD JUÁREZ, CHIH., 6 de febrero (Proceso).- La indignación es el sentimiento que impera en Ciudad Juárez por la masacre de un grupo de jóvenes en la colonia Salvarcar. Y lo es porque el presidente Calderón dio por hecho que se trató de un enfrentamiento entre delincuentes; porque el gobernador José Reyes Baeza visitó a los deudos tan sólo para tomarse la foto, y porque el secretario de Seguridad Pública estatal abandonó la investigación del caso para lanzarse como precandidato a la presidencia municipal. Entretanto, un diagnóstico oficial revela: Juárez está, literalmente, en manos del crimen organizado.
Según el diagnóstico Incidencia delictiva de Ciudad Juárez, marcado como “confidencial” por la Dirección de Política Criminal y Estadística de la Secretaría de Seguridad Pública de Chihuahua, todo el centro y las principales avenidas de Ciudad Juárez prácticamente están en manos del crimen organizado.
El reporte fue elaborado bajo la gestión del entonces secretario Víctor Valencia de los Santos, quien unas horas después de la masacre de 15 personas en la colonia Villas de Salvarcar –que aparece en el citado análisis como una de las zonas más violentas– renunció a su cargo para contender en la elección interna del PRI por la presidencia de este mismo municipio.
En áreas como Casas Grandes, Margaritas, Bella Vista, Chamizal, Zaragoza, Pronaf y Subcentro Urbano (Avenida Ejército Nacional y Avenida Tecnológico), marcadas como territorio peligroso, se registraron 221 ejecuciones, tan sólo del 15 al 21 de enero pasado...
Pero además, hubo 479 robos con violencia a locales comerciales, 155 robos sin violencia a establecimientos, 23 asaltos violentos a casas habitación, otros 225 sin violencia, 1,682 robos de autos…
Este desbordamiento de la delincuencia común se suma, inevitablemente, a la violencia y la inseguridad que aquí se vive por la delincuencia organizada. El martes 2, El Diario de Juárez dio a conocer que el día anterior el gobierno de Estados Unidos había señalado, por segundo año consecutivo, que esta ciudad permanece bajo una “amenaza crítica” debido a la violencia derivada de la lucha en contra del narcotráfico.
Los pormenores de la masacre de los jóvenes juarenses, que no estaban en un centro de rehabilitación sino en la casa de uno de ellos y con la aprobación de sus padres, muestra que por terribles que sean las cifras, siempre son más aterradoras las historias que las resumen.
Brenda Escamilla tenía 17 años cuando concluyó el sexto semestre en el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (Cebtis) 128 y era alumna destacada del grupo de ecología. Quería ser doctora.
El sábado 30 de enero se reunió con un grupo de amigos en la casa de la calle Villa del Portal 1308, colonia Villas de Salvarcar, para celebrar el cumpleaños de Jesús Enríquez, uno de sus compañeros de estudios. Con Brenda fue Rodrigo Cadena, su novio, de la misma escuela, que era buen estudiante y, dicen, un excelente jugador de Los Jaguares, el equipo de futbol americano de la Liga Juvenil AA.
En la fiestecita todo iba bien. Había música, carne asada, botanas y refrescos.
A las 11:30 de la noche, el señor Jaime Rosales salió de su casa, ubicada en el 1311, enfrente de donde los jóvenes festejaban. Iba a meter su auto cuando vio que varias camionetas se atravesaron para cerrar la calle y de ellas bajaron hombres armados. Le dijo a su esposa que no saliera para nada y corrió al 1308 porque su hijo estaba en la fiesta. Ya estaba cerca de él, cuando los sicarios dispararon. Lo acribillaron por la espalda. Murió, pero logró salvar a su hijo...
Extracto del reportaje principal que se publica en la edición 1736 de la revista Proceso ya en circulación.